Diario de una condesa sin tornillos

Lost in translation

Cosas por hacer
Ay, dolor

El refrigerador está casi vacío. No tiene sentido ir al súper porque mañana regreso a México, así que he decidido alimentarme de lo que sobró de las vacaciones: agua de piña y menta, cebiche de pescado, queso oaxaca y nopales con cilantro. El cielo nublado de Acapulco insinúa que ya tuve mi share de sol; que debo echarle un vistazo a mi lista de responsabilidades y dejar de jugar a que leo, escribo y corro quince kilómetros diarios. La señal más perra de todas se ha manifestado: el silencio empieza a molestarme; es hora de buscar serenidad en otros terrenos.

Nueva York me espera el cinco de julio para que me embarque, una vez más, en la hija de puta búsqueda de departamento. Me despediré de varias personas a las que estimo mucho, le daré la bienvenida a los newcomers y continuaré estrechando lazos con los que ya considero amigos. El segundo año del máster comienza en septiembre, pero antes habrá que vivir el verano con la intensidad que merece.

Me pone mal pensar en todo lo que se avecina después de un par de semanas tan reparadoras, pero como todavía no me he ganado la lotería ni puedo vivir de mis poemas, mejor saco la mentada lista de pendientes. Y es que hacer una lista de esa índole es lo mismo que meterse a bañar crudo: aunque uno sabe que va a sentirse mejor después, prefiere posponer el regaderazo hasta que un olor a alcohol fermentado se empieza a escapar por una parte del cuerpo no identificada. Imaginar el chorro de agua sobre la cabeza es saber que, tarde o temprano, uno va a tener que usar el coco y ponerle nombre a cada cosa que hizo o deberá hacer durante la semana. No hay nada peor que el baño nocturno-dominguero: la antesala de lo que parece ser la muerte y, en realidad, es un lunes cualquiera frente al computador.

Después de esta bizarrísima comparación me echaría un quienvive de mezcales con Fitzgerald y Hemingway sin problema. Lo cabrón aquí es que todavía no puedo hacerme llamar «escritora» y que, así me dieran la oportunidad de entrarle al club, me quedaría sola con mis mezcales porque estos señores colgaron los tenis hace un chingo. Bastante peculiar la manera en la que terminé desdoblándome en este texto, ¿no? Como una borracha que la pasa fatal los domingos y fantasea con beber a la Owen Wilson en Midnight in Paris, cuando lo único que quería contarles es que terminaron mis vacaciones. Vuelvo con harto pendiente, como ya les mencioné, pero siempre con la ilusión de caminar hacia adelante y dejarme sorprender. Ahora: la imagen que quieran hacerse de mí es algo ya muy personal. Yo prefiero esbozarla como una cajita de sorpresas que mi aparente personalidad limítrofe les obsequia, por el simple hecho de aterrizar en este blog y leerme. Gracias infinitas.

CW*

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5 comentarios sobre “Lost in translation

  1. jajajaj está bueno leer tu monólogo interior. Estoy pasando por algo muy parecido y pienso mucho en el I Ching y en la adaptación al cambio. El cambio siempre es bueno, así que sólo nos queda gozar el verano y esperar la segunda temporada. Muchos besos!

  2. No podrías haberlo descrito mejor… simplemente un genio!! Gracias por seguir escribiendo, me ayuda a superar la tan terrible y ya mencionada, depresión de domingo por la tarde (DDT)

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